Aún recuerdo aquellas sonrisas inocentes
sobornando ideas en la broma de un portal;
aquella droga ilegal legalizada por nuestra amistad.
Saltábamos, gritábamos, reíamos...
Éramos gigantes en un reino de grafitis y gente corriente.
Éramos capitanes de un barco sin vela ni timón.
Éramos niños, y jugábamos a vivir.
Aún lo recuerdo como si hoy se volviese a repetir.