La carne de tus labios es fruto de una flor de calaveras,
lombrices de colores que engañan a mi pupila;
y aun así sonríes en esta fría avenida.
Los rizos de tu cabello son garras que asfixian
un reloj estrechado por los ojos de la luna;
y aun así sonríes secuestrando la idea de mi cuna.
La sombra de tu cuerpo es un ángel depravado
en el cual descanso bajo nubes que amenazan con sus rayos;
y aun así sonríes aspirando al tesoro de mi altura.
¡Sonríe! ¡Sonríe mientras mis dientes choquen!
Pues serás musa entre la sangre de un cuaderno de serpientes.
¡Pero no! ¡No llores! ¡Sigue sonriendo!
Pues es fortuna para mi vientre
yacer perturbado entre los senos de tu muerte.
Poemario de Emilio J. Barrero. Un pequeño rincón de este universo donde todo está permitido. Atrévete a chapotear entre océanos de incertidumbre y sangre maloliente, pues solo así podrás ser un árbol más que crezca en este arenal de vicios, pero también de piedras. Camina, que no es poco.
jueves, 12 de septiembre de 2013
miércoles, 11 de septiembre de 2013
Latidos de un viajero (poema VIII) - Trastorno de metal
Mi cuerpo reposa en una silla de metal,
iluminado por sombras que besan a la tempestad;
fiel corazón malhumorado
que a ejércitos de cuernos ha visto rezar.
El pegamento de mi piel es saliva de tu lujuria,
castigo cuadridular de un misterio incorpóreo;
pues sus gritos y sollozos son fruto de tu infamia,
dictadora de dientes extraviados en las piedras.
Pensante me hallo en mi causa,
espiral esfumada que a mil piernas paraliza;
y es por ello que mi cuerpo reposa
en una silla de metal donde ningún otro latido cantará.
iluminado por sombras que besan a la tempestad;
fiel corazón malhumorado
que a ejércitos de cuernos ha visto rezar.
El pegamento de mi piel es saliva de tu lujuria,
castigo cuadridular de un misterio incorpóreo;
pues sus gritos y sollozos son fruto de tu infamia,
dictadora de dientes extraviados en las piedras.
Pensante me hallo en mi causa,
espiral esfumada que a mil piernas paraliza;
y es por ello que mi cuerpo reposa
en una silla de metal donde ningún otro latido cantará.
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