Húndete en el estómago de la mediocridad;
ahógate con las paredes del esperpento;
quémate con el periplo de tu vanidad;
arrástrate en el desierto de tu excremento.
¡Suplícame, tú fariseo!
¡Devuelve el laurel que robaste!
¡Acepta que este mundo te queda pequeño!